¿Qué es la conjuntivitis?
La conjuntivitis es una inflamación de la conjuntiva, es decir, la fina membrana transparente que recubre la parte blanca del ojo y el interior del párpado.
En la gran mayoría de los casos discurre de forma benigna, sin dejar secuelas. Las complicaciones, cuando se producen, están relacionadas con el riesgo de que el agente infeccioso se extienda por los ojos, afectando al párpado o, lo que puede ser mucho más grave, alcanzando el interior del globo ocular, con riesgos de llegar al nervio óptico y comprometer la agudeza visual del individuo. Sin embargo, esta posibilidad está más asociada a las inflamaciones causadas por bacterias, que afortunadamente son mucho menos frecuentes que los procesos víricos.
La conjuntivitis representa una de las enfermedades oculares más comunes, siendo altamente contagiosa cuando su origen es infeccioso. No por casualidad, las verdaderas epidemias se producen con cierta regularidad, especialmente en verano. En 2004, por ejemplo, sólo en el Estado de São Paulo se registraron más de 65.000 casos de esta enfermedad ocular, concentrados en los primeros meses del año.
Aunque es un problema de salud común, siempre es conveniente buscar atención médica para evitar complicaciones.
Causas y síntomas de la conjuntivitis
La conjuntivitis se manifiesta con ojos rojos, debido a la dilatación de los vasos sanguíneos locales, en algunos casos incluso con hemorragia. Otros síntomas son el lagrimeo, las lágrimas más espesas o gruesas, la presencia de una secreción incolora, verdosa o amarillenta, la hinchazón de los párpados, el picor, el aumento de la sensibilidad a la luz, el ardor, la incomodidad y la sensación constante de un cuerpo extraño en los ojos (como si hubiera arena o costras) y algunas personas pueden referir cierta visión borrosa.
La causa más frecuente de la enfermedad es infecciosa, es decir, determinada por la acción de bacterias y, sobre todo, de virus, que obviamente son muy contagiosos. Unos 12 tipos de virus pueden causar conjuntivitis. Los más frecuentes son el adenovirus y el enterovirus. En estos casos la contaminación se produce especialmente a través de las manos contaminadas, donde la mano toca el ojo y lleva el virus o las bacterias a la conjuntiva. Los recién nacidos de madres portadoras de gonorrea pueden adquirir la infección al nacer, en el canal del parto, por la acción de la misma bacteria que causa la enfermedad. Sin embargo, también hay conjuntivitis alérgicas, causadas por reacciones a contaminantes y otros alérgenos, y conjuntivitis irritativas o tóxicas, causadas por el contacto con productos químicos, cosméticos y otras sustancias irritantes, como el cloro de las piscinas, e incluso por el uso inadecuado de colirios. A diferencia de los demás, los procesos alérgicos y tóxicos no se transmiten de una persona a otra.
Exámenes y diagnósticos de la conjuntivitis
El diagnóstico es clínico, es decir, depende del historial de síntomas de la persona y del examen ocular. Es importante consultar a un oftalmólogo porque, al realizar un examen exhaustivo, este médico puede descartar otras enfermedades importantes que cursan con molestias y enrojecimiento en los ojos, como la uveítis, y determinar, por las características del cuadro, la causa de la inflamación, lo que es fundamental para establecer el tratamiento correcto. Por ejemplo: la presencia de una secreción verdosa o amarillenta corresponde a una conjuntivitis bacteriana.
Tratamientos y prevención de la conjuntivitis
Como ocurre con muchas enfermedades víricas, el tratamiento de la conjuntivitis vírica es sintomático, es decir, destinado a reducir los síntomas. Para ello, se utilizan compresas de agua fría, mineral o filtrada (nunca agua bórica, que puede provocar fuertes reacciones alérgicas en los ojos) y gotas específicas para atenuar las molestias y el enrojecimiento y mantener la zona limpia, siempre que lo prescriba el oftalmólogo.
La conjuntivitis bacteriana, por su parte, requiere antibióticos para combatir el agente implicado en la inflamación, que suelen aplicarse de forma tópica, es decir, directamente en los ojos (pomadas o colirios). Por último, los procesos irritativos o alérgicos mejoran con la eliminación del agente causante de la inflamación. El hecho es que cada tipo de conjuntivitis requiere un enfoque terapéutico diferente, lo que refuerza la necesidad de acudir al médico en cuanto aparecen los primeros signos clínicos de la enfermedad. Sea cual sea el origen de la inflamación, durante el tratamiento el individuo no debe ir a piscinas ni usar lentes de contacto, evitando en lo posible la exposición a sustancias irritantes, como maquillarse los ojos.
Para prevenir la conjuntivitis, es importante mantener buenos hábitos de higiene, principalmente lavándose siempre muy bien las manos, ya que éstas suelen tocar los ojos sin que nos demos cuenta y, por tanto, están invariablemente implicadas en los casos de transmisión de esta inflamación de una persona a otra. Además, es aconsejable evitar nadar en piscinas sin cloro y, aunque se nade en piscinas tratadas, usar gafas protectoras, también para evitar irritaciones que puedan dar lugar a un proceso inflamatorio. El maquillaje de ojos y otros objetos similares tampoco deben compartirse.
Dado que la conjuntivitis infecciosa puede propagarse fácilmente, los niños con conjuntivitis deben mantenerse alejados de la escuela hasta que deje de haber riesgo de transmisión de la enfermedad. Por último, no debe aplicarse ningún medicamento en los ojos sin prescripción médica. La automedicación, después de todo, puede ser un factor agravante de la inflamación.