¿Qué es la incontinencia urinaria?
La incontinencia urinaria es la pérdida involuntaria de orina, es decir, en circunstancias en las que la persona no quiere orinar.
Para entender este trastorno, es necesario conocer los mecanismos que implican el acto de orinar. Cada 10-15 segundos, la vejiga recibe pequeñas cantidades de orina de los canales que la conectan con los riñones (los uréteres) y, cuando está llena, los sensores nerviosos locales envían un mensaje al cerebro, notificándole la necesidad de vaciar el depósito.
Sin embargo, este proceso está sujeto a la voluntad de cada persona, que determina la contracción de la vejiga y la relajación del canal de salida de las vías urinarias (llamado uretra) para que se produzca la micción o, entonces, ordena que la uretra permanezca contraída y la vejiga relajada hasta que sea posible orinar.
La incontinencia se produce cuando este mecanismo de almacenamiento y vaciado no funciona de forma coordinada, especialmente después de algún esfuerzo, como una simple carcajada, o cuando hay urgencia urinaria, un deseo incontrolable de orinar.
Aunque afecta al 20% de la población adulta, principalmente a las mujeres y a los mayores de 50 años, esta afección no debe verse como una consecuencia natural del envejecimiento, ya que conlleva vergüenza y limitaciones sociales que comprometen seriamente la calidad de vida de las personas.
Causas y síntomas de la incontinencia urinaria
La incontinencia urinaria puede producirse por dos mecanismos distintos, que dan lugar a cuadros ligeramente diferentes. En la más común, la incontinencia urinaria de esfuerzo, la pérdida involuntaria de orina se produce al realizar esfuerzos, como toser, estornudar, reír y hacer ejercicio. Esta afección es más frecuente en las mujeres y puede tener diversos grados de manifestación, desde pérdidas mínimas con grandes esfuerzos, hasta pérdidas voluminosas con la más mínima tos, al caminar o levantarse.
En la otra situación, conocida como vejiga hiperactiva, el síntoma principal es una necesidad muy intensa de orinar que no se puede controlar y que se denomina urgencia urinaria. En este caso, suele haber una mayor pérdida o la persona tiene que hacer mucha fuerza para evitar las insoportables ganas de orinar. En el caso de la vejiga hiperactiva, el hábito urinario de la persona (el número de veces que orina) se ve alterado, interrumpiendo a menudo sus tareas diarias normales e incluso interrumpiendo su sueño varias veces durante la noche.
Este tipo de incontinencia puede afectar a hombres y mujeres de todas las edades, aunque es más frecuente en personas mayores. La vejiga hiperactiva también puede ir acompañada de incontinencia de esfuerzo, en los casos de incontinencia mixta. En al menos la mitad de los casos, la incontinencia urinaria es transitoria y se debe a causas reversibles, como la infección urinaria, el posparto, el uso de ciertos medicamentos, el estreñimiento asociado y las enfermedades o afecciones que provocan mucha tos, como el asma, la bronquitis y el tabaquismo. Por lo tanto, una vez resuelto el problema, la afección desaparece por sí sola.
En la otra mitad, la incontinencia es persistente y está asociada a alteraciones específicas, muchas veces anatómicas. La incontinencia urinaria en la mujer es una afección muy frecuente y tiene dos causas principales: la incontinencia urinaria de esfuerzo, en la que el mecanismo de cierre de la uretra se vuelve deficiente en diversos grados, lo que a menudo implica la caída de la vejiga, y la presencia de vejiga hiperactiva.
En esta última situación el músculo de la vejiga que permanece relajado la mayor parte del tiempo adquiere una irritabilidad, una mayor sensibilidad a cualquier estímulo, contrayéndose y originando urgencia e incluso la pérdida de orina. En las mujeres, la incontinencia de esfuerzo puede ser el resultado de una laxitud congénita de los ligamentos que sostienen la vejiga, de múltiples partos vaginales, de roturas perineales y de ejercicios de alto impacto. En los hombres, la incontinencia está más relacionada con la vejiga hiperactiva o con los resultados de la cirugía para tratar el cáncer de próstata.
Exámenes y diagnósticos de la incontinencia urinaria
El diagnóstico depende de una evaluación médica exhaustiva, que incluye una exploración física y el análisis de los antecedentes del individuo, y de pruebas diagnósticas, desde el sencillo (pero imprescindible) análisis de orina, que en estos casos es necesario para descartar una infección urinaria, hasta métodos más sofisticados como la urodinámica, que reúne un conjunto de pruebas para estudiar con detalle el almacenamiento y el vaciado de la vejiga. El objetivo es identificar la causa y el tipo de incontinencia para instaurar el tratamiento más adecuado.
Tratamiento y prevención de la incontinencia urinaria
Si la incontinencia es transitoria, basta con tratar la causa para que el síntoma desaparezca, como en el caso de la infección urinaria. Ya los cuadros persistentes tienen tratamientos que varían según el caso y los hallazgos diagnósticos.
La incontinencia de esfuerzo se beneficia hoy en día de procedimientos quirúrgicos a menudo mínimamente invasivos, como la colocación de bandas sintéticas especiales, que restauran la posición y el cierre de la uretra. En cuanto a la vejiga hiperactiva, diagnosticada mediante estudio urodinámico, el tratamiento se realiza preferentemente con medicamentos orales y, en los casos más refractarios, con el uso de toxina botulínica inyectable en la vejiga (procedimiento quirúrgico ambulatorio).
La cirugía reparadora sigue siendo el método de elección para revertir la incontinencia de esfuerzo, pero no se aplica a todos los casos. La prevención de la incontinencia urinaria pasa por algunos cuidados fáciles de adoptar en la vida cotidiana, como orinar cada tres o cuatro horas, asegurar un correcto funcionamiento intestinal, aumentar la ingesta de fibra, controlar el peso y hacer ejercicio para fortalecer la musculatura pélvica que soporta la vejiga y la uretra. Para la mujer, es importante evitar los ejercicios de alto impacto, además de un buen cuidado prenatal y durante el parto, fundamental para evitar traumas en la región pélvica.