Miocarditis, Causas, diagnósticos y tratamientos

¿Qué es la miocarditis?

La miocarditis es la inflamación de la capa media del músculo cardíaco, el famoso miocardio, responsable directo del bombeo de la sangre a los órganos. Este complejo trabajo del miocardio para expulsar correctamente la sangre oxigenada al organismo es fundamental para la nutrición de los tejidos. Esta enfermedad es generalmente el resultado de una complicación de un proceso infeccioso, principalmente por virus, que al atacar las células del corazón, llamadas miocitos, generan una respuesta inflamatoria inmediata del sistema inmunitario.

Esto induce la producción de tipos específicos de linfocitos dirigidos contra los miocitos, que liberan sustancias nocivas que pueden comprometer el funcionamiento del miocardio. Aunque este proceso puede retroceder mediante la respuesta natural del organismo, existe el riesgo de que se produzca un inicio agudo de la insuficiencia cardíaca.

Otro riesgo es que la inflamación pueda provocar un bloqueo en la conducción del impulso eléctrico cardíaco, lo que puede dar lugar, entre otras complicaciones, a una arritmia maligna. Afortunadamente, la miocarditis es una inflamación poco frecuente, que afecta a entre ocho y diez de cada 100.000 personas, en su mayoría hombres de 40 años.

Causas y síntomas de la miocarditis

El paciente puede no tener ningún síntoma o presentarse con quejas de fiebre, dolor torácico no característico, acompañado o no de dificultad respiratoria. La sensación de fatiga, los latidos (palpitaciones), la hinchazón y la aparición de desmayos pueden indicar la posibilidad de arritmias, los llamados bloqueos auriculoventriculares o la insuficiencia cardíaca. Estas condiciones son graves y requieren la evaluación de un servicio médico de emergencia. Los síntomas generales, como el dolor en las articulaciones, las náuseas y los vómitos, sugieren una condición infecciosa y también deben ser evaluados tempranamente por un médico.

En la mayoría de los casos, la miocarditis aparece tras una infección vírica, bacteriana, fúngica o parasitaria. Así, puede ser una complicación de los casos más comunes de gripe hasta infecciones directamente relacionadas con el corazón, como la fiebre reumática y la enfermedad de Chagas. Otras infecciones menos comunes también pueden provocar miocarditis, especialmente en pacientes con SIDA. Debido a fallos del sistema inmunitario o incluso a una afinidad del microorganismo por el tejido miocárdico, el agente infeccioso es capaz de superar las barreras orgánicas naturales y alcanzar el músculo cardíaco.

Los virus son los microorganismos más implicados en esta enfermedad, destacando entre ellos los enterovirus, especialmente el coxsackie B, responsable de la mitad de los casos de miocarditis. Otros virus también implicados son los adenovirus, que causan resfriados y gripe, y los poliovirus, que causan poliomielitis. Con menor frecuencia, la inflamación también puede surgir de la radiación, la exposición a agentes químicos, los medicamentos y las enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico.

Exámenes y diagnósticos de la miocarditis

El diagnóstico depende del conjunto de síntomas, de los hallazgos en la auscultación cardíaca, que pueden revelar arritmias o soplos cardíacos, y de la evaluación detallada de los antecedentes del individuo. La aparición súbita de palpitaciones, dolor torácico e insuficiencia cardíaca en personas jóvenes también es sugestiva de miocarditis, especialmente si hay un informe de infección reciente y el paciente no tiene ninguna enfermedad cardíaca previa. De todos modos, la confirmación depende de la realización de algunas pruebas de laboratorio.

En general, los análisis de sangre ayudan a confirmar el proceso inflamatorio actual. Las pruebas moleculares para investigar el ADN del virus más comúnmente relacionado con este tipo de inflamación y la dosificación de las enzimas cardíacas son más indicativas de la agresión al miocardio. Para evaluar la forma y la función de este órgano también pueden utilizarse pruebas de imagen del corazón, como la ecocardiografía, la resonancia magnética nuclear y la gammagrafía miocárdica con radioisótopos (o sustancias radiactivas).

Sin embargo, para intentar establecer la causa definitiva de la enfermedad puede ser necesario realizar una biopsia endomiocárdica, un examen invasivo del corazón realizado mediante cateterismo. En este procedimiento, el médico extrae pequeños fragmentos de miocardio para analizarlos al microscopio, en busca de signos de agresión o inflamación asociados a la miocarditis.

Tratamiento y prevención de la miocarditis

El objetivo del tratamiento es eliminar la inflamación y tratar el daño a la función cardíaca. Es útil utilizar fármacos antiinflamatorios para atenuar el proceso inflamatorio e inmunosupresores o inmunomoduladores para reducir la agresión del sistema inmunitario al miocardio. En presencia de procesos infecciosos causados por bacterias u hongos, es necesario administrar un antimicrobiano específico para combatir la infección y evitar sus complicaciones.

La presencia de arritmias suele requerir el uso de fármacos antiarrítmicos y en algunos casos también están indicados los anticoagulantes para evitar posibles obstrucciones de las arterias que irrigan el músculo cardíaco. Si hay insuficiencia cardíaca, la terapia implica el uso de otros medicamentos más específicos, así como un descanso adecuado. Además de estas medidas, se indica una dieta restringida en sodio para mantener la presión arterial bajo control.

Como los virus son los agentes más implicados en la miocarditis y se sabe que no hay medidas específicas que actúen profilácticamente en esta causa, están especialmente indicados algunos cuidados sanitarios. Los niños y las personas con un sistema inmunitario debilitado deben evitar los lugares concurridos y el contacto estrecho con personas enfermas durante los meses de mayor frecuencia de infecciones.

El descanso, una buena nutrición y una adecuada evaluación médica son también importantes medidas preventivas. El uso de antimicrobianos con sentido común en infecciones bacterianas, fúngicas y parasitarias también previene la aparición de esta enfermedad.

Comparte si te ha gustado