Rabia, Causas, diagnósticos y tratamientos

¿Qué es la rabia?

La rabia es una enfermedad infecciosa aguda que puede afectar a todos los mamíferos de sangre caliente, y se considera una zoonosis porque se transmite de algunos animales al ser humano.

La enfermedad está causada por un virus mortal que se transmite por la saliva a través de la mordedura o el lametón de un animal y que, una vez instalado en el organismo humano o animal, se propaga rápidamente desde los nervios hasta el sistema nervioso central, provocando una inflamación en el cerebro, la encefalitis, y otros daños neurológicos mortales.

A pesar de esta grave evolución, la enfermedad puede prevenirse de forma bastante eficaz con la inmunización periódica de los animales y con el control de los perros y gatos vagabundos, que deambulan por las calles.

La rabia es una enfermedad de aparición universal y, en la actualidad, sólo está erradicada en países como Japón, Reino Unido, Hawai y algunas islas del Pacífico.

Causas y síntomas de la rabia

El cuadro infeccioso es similar en los hombres y en los animales, caracterizado por un malestar general, espasmos musculares, ansiedad e inquietud extremas, convulsiones, delirio y sentimiento de rabia, traducido por una gran agresividad.

En los animales (y muy raramente en los seres humanos) la forma de la enfermedad se denomina paralítica, ya que no evoluciona con agresividad, sino con parálisis de grupos musculares relevantes.

También existe un miedo incontrolable al agua que al tragarla provoca un espasmo doloroso en la laringe (la llamada hidrofobia), así como sensibilidad a la luz. Los espasmos musculares en la orofaringe hacen que tragar la comida sea también muy doloroso y dificultan la alimentación. El lugar de contacto con el virus (generalmente una mordedura de animal o un arañazo) también se vuelve sensible y se adormece.

El daño cerebral, a medida que avanza, evoluciona hacia la alteración de la conciencia, hasta el coma. La rabia está causada por un virus del género Lyssavirus, de la familia Rhabdoviridae, que se transmite al hombre principalmente por la saliva de animales contaminados, lo que se produce sobre todo por arañazos y mordeduras, pero también por lamidos de lesiones existentes en la piel humana, aunque no haya habido agresión. En las zonas urbanas, el perro es la principal fuente de transmisión, seguido del gato, mientras que en las zonas rurales, el murciélago es el transmisor más importante.

En la literatura científica, sólo hay casos de contaminación con Lyssavirus de persona a persona a través del trasplante de córnea. Cualquiera que sea la forma de contacto con este virus, el periodo entre la contaminación y la aparición de los síntomas puede ser largo, oscilando entre tres semanas y dos años, con una media de 45 días.

Exámenes y diagnósticos de la rabia

El diagnóstico de la rabia realizado con datos del cuadro clínico es siempre tardío, porque si una persona presenta las manifestaciones de la zoonosis, el virus ya está instalado en su sistema nervioso central. Por lo tanto, siempre que se produzca una agresión por parte de un animal, hay que levantar la sospecha y observarlo durante un periodo de 7 a 10 días, y preguntar a su propietario sobre el estado de vacunación contra la enfermedad.

La rabia puede detectarse de forma precoz mediante análisis de sangre o saliva para detectar anticuerpos contra el lisavirus, o incluso mediante una biopsia de piel. En este procedimiento se recogen fragmentos del lugar de la agresión, bajo anestesia local, para el posterior análisis directo de sus alteraciones, células y tejidos. En cualquier caso, el tratamiento suele introducirse incluso antes de que estén listos los resultados.

Tratamientos y prevención de la rabia

La rápida instauración del tratamiento depende mucho de la agilidad de quien ha sido atacado por un animal doméstico o salvaje: es imperativo lavar con vehemencia la herida con agua y jabón, aplicar un producto antiséptico en el lugar de la herida y buscar asistencia médica inmediatamente.

Dependiendo de cada caso, el profesional sanitario prescribirá la vacuna antirrábica y/o el suero antirrábico, compuesto por anticuerpos contra el virus de la rabia. También corresponde a la víctima proporcionar toda la información posible sobre el agresor, para que su propietario o las autoridades sanitarias puedan dejarlo en observación, incluso para evitar nuevos casos.

La medida más importante para prevenir la rabia es la vacunación antirrábica, siempre actualizada, de los animales que viven en estrecho contacto. La inmunización humana sólo se aplica a las personas con profesiones de alto riesgo, como veterinarios, criadores y entrenadores. Para la mayoría de la población, es esencial mantener una distancia de seguridad con los reservorios salvajes, como los monos y los mapaches, que siempre inspiran gran interés, y especialmente con los perros y gatos de la calle.

Las personas que tienen animales de compañía deben estar atentas a los cambios repentinos de comportamiento de los animales, y deben acudir a un servicio veterinario a la menor señal de agresividad y/o dificultad para tragar o caminar. Y, vale la pena insistir, ante los mordiscos y arañazos sospechosos de los animales, hay que tomar en serio la agilidad en la búsqueda de ayuda médica, aunque se trate de una lesión menor.

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