Cuidar el corazón: una sana costumbre

La enfermedad coronaria, médicamente denominada cardiopatía isquémica o coronariopatía, es la forma de afección cardiovascular más frecuente y la mayor causa de muerte en los países industrializados de occidente. Es responsable de casi el 30 por ciento de la mortalidad anual. Sin embargo, aunque actualmente las enfermedades coronarias se hayan convertido en una epidemia, son potencialmente curables y en la mayoría de los casos previsible.

Sin estadísticas oficiales recientes, los especialistas hablan de un aumento de la cantidad de personas que padecen este tipo de problemas.

A esta altura de la historia de la medicina, los enfoques clínicos y de salud pública para la prevención primaria son complementarios: prevenir es curar. El médico ya no tiene que atender la enfermedad, sino la salud. Hay que mejorar la prevención.

La prevención primaria se define como la orientación dirigida a individuos sin enfermedad cardiovascular conocida. Según la “Guía para la prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares”, aprobada por la American Heart Association de los Estados Unidos y publicada en Circulation, en 1997, el primer objetivo es evitar la aparición de factores de riesgo cardiovasculares (FRC) que son los que predisponen a contraer las enfermedades coronarias: la hipertensión arterial, el tabaquismo y los niveles elevados de grasas en la sangre (sobre todo el colesterol), considerados determinantes mayores; pero también hay que tener en cuenta la edad avanzada, el sexo masculino, el sedentarismo, la obesidad y el stress laboral o emocional.

Las distintas intervenciones sobre los FRC apuntan a lograr el abandono del cigarrillo, el control de la presión arterial con valores por debajo de 140/90 mmHg (milímetros de mercurio), alcanzar niveles iguales o menores a 200 miligramos de colesterol total en sangre con valores menores a 160 o 130 miligramos de LDL (lipoproteína de bajo peso molecular y conocida popularmente como “colesterol malo”), según se acompañe de otros factores de riesgo. También se recomienda aumentar la actividad física a tres o cuatro veces por semana durante 30 minutos, alcanzar y mantener el peso deseado; Por último, se debe contemplar el uso de suplementos de estrógeno en mujeres posmenopáusicas que presenten varios factores de riesgo para enfermedades cardíacas.

La instrumentación exitosa de estas recomendaciones es un proceso de muchos pasos que comprende evaluación, intervención, planificación para el cambio, mantenimiento y seguimiento a largo plazo. La decisión de indicar tratamiento farmacológico, requiere una evaluación equilibrada del riesgo, la eficacia, la seguridad y la costo-efectividad de la intervención. La medicación para el control de la presión arterial, se prescribe para prevenir accidentes cerebrovasculares y enfermedad coronaria. Se debe ser cauto al prescribir drogas que reducen las grasas hipolipemiantes- para prevenir la enfermedad coronaria en adultos jóvenes que, por lo demás, tienen un riesgo bajo.

Aterosclerosis

La coronariopatía se produce por el deterioro de las arterias coronarias, que son las que le proveen de sangre y oxígeno al corazón. ¿Qué ocasiona estas alteraciones? Las paredes se engrosan porque allí se depositan células grasas y residuos que disminuyen el diámetro y la flexibilidad de la arteria. Desde que el individuo nace, se producen las primeras estrías de grasa en las arterias y en este proceso cada factor de riesgo juega un papel muy importante. El colesterol, al solidificarse, crea las primeras placas en la capa interna de las arterias llamada endotelio. La presión arterial alta hace que las paredes se endurezcan aún más, lo que complica la situación. el tabaco puede romper las placas provocando el contacto de su contenido con la sangre y esto ocasionar la obstrucción de la arteria.

Según los autores del libro Terapéutica cardiovascular, Norman Kaplan y Carlos Feldstein, además de las formas de presentación clínica de esta patología angina de pecho con sus variedades, infarto de miocardio, arritmias, insuficiencia cardíaca y muerte súbita existe una alta proporción de casos llamados “silenciosos” isquemia silente, en términos médicos, en los que la persona no presenta las manifestaciones clínicas características de la enfermedad coronaria. Así, en el ya legendario estudio de Framingham, que desde 1948 se elaboró con el apoyo de los National Institutes of Health en una pequeña ciudad en el noroeste de los EE.UU, además de mostrar cuales eran los FRC, se comprobó que uno de cada cuatro infartos de miocardio, documentado por electrocardiograma, no fue sospechado ni reconocido en su momento.

Para los doctores Carlos Tajer y Hernán Doval, directores de GEDIC (Grupo de Estudio, Docencia e Investigación Clínica) y autores del libro Evidencias en Cardiología, numerosos ensayos clínicos demuestran que cuando se actúa de forma enérgica y prolongada sobre los factores de riesgo hipolipemiantes orales para disminuir los niveles de colesterol, drogas para manejar la hipertensión arterial, o se logra abandonar el cigarrillo se reduce la posibilidad de padecer una enfermedad coronaria, pero con escasa repercusión sobre la mortalidad; en otras palabras, no disminuyen significativamente la mortalidad de la población pero mejoran su calidad de vida. Al mismo tiempo, existen “evidencias observacionales” con respecto al ejercicio físico y a las intervenciones dietéticas, que verifican una importante disminución del riesgo de coronariopatía.

Vivir mejor es posible

La “intervención primaria” establece una prevención precoz que se realiza de forma previa a una manifestación clínica de la enfermedad por combatir. En la “intervención secundaria” se intenta, por el contrario, influir de forma eficaz en la evolución de la enfermedad ya establecida. El cardiólogo explica que en las acciones preventivas a veces surge la incertidumbre sobre si estamos tratando a las personas correctas. . El objetivo de las medidas preventivas no puede ser esperar a que se produzca un incendio para entonces llamar a los bomberos, cuando la casa ya está en llamas. Es válido conocer previamente los peligros y prevenir de forma precoz grandes lesiones”.

La mera generalización de zonas de “no fumadores”, una educación consecuente para el abandono del tabaquismo, así como la prohibición de la publicidad de tabaco, junto con una educación sobre las “formas de vida saludable”, salvarían más vidas humanas que el más estricto seguimiento de trapias farmacológicas.

Por lo general, se recomienda como dieta cardioprotectora una alimentación equilibrada, acentuadamente vegetariana y rica en fibras, como pan integral, negro o de salvado, cereales, frutas, verduras; también garbanzos, habas y lentejas.

Las personas con niveles altos de colesterol en sangre  hipercolesterolemia, en el lenguaje médico también deberían recibir un consejo dietético exhaustivo. El grupo de expertos del National Cholesterol Education Program, basándose en las recomendaciones de la American Heart Association, ha propuesto un tratamiento dietético en dos etapas. En la primera, de tres meses de duración, se recomienda que las grasas constituyan un 30% de la ingesta calórica diaria, representando las grasas saturadas un máximo del 10%. En la dieta de inicio se recomienda que el aporte de colesterol diario se limite a 300 miligramos.

Si después de tres meses de seguir esta dieta persiste la hipercolesterolemia, se pasa al segundo nivel, en el cual el aporte de grasas saturadas se reduce a un 7%, y el de colesterol a menos de 200 miligramos por día. Se puede decir que una alimentación más pobre en carne, embutidos y huevos -fuente principal del aporte de colesterol en la dieta es más beneficiosa. Sobre la base de los datos epidemiológicos disponibles, se recomienda aumentar el consumo de pescado como plato principal, ya que a los ácidos grasos omega-3 que contiene se les atribuye un efecto hipocolesterolémico, hipotensor y antiinflamatorio.

Por otra parte, se recomienda ampliamente la actividad física como parte de un plan general de entrenamiento y en especial para la readaptación después de un infarto. Produce efectos directos sobre las grasas de la sangre, la presión arterial máxima y la capacidad respiratoria; además de producir efectos fisiológicos y psicológicos favorables, disminución de peso y sensación de bienestar, entre otras cosas.

Entonces, no parece tan difícil modificar “el estilo de vida” si se está convencido de que es posible y además mejor para el corazón que, como todo órgano, se enferma, sufre y hasta deja de funcionar cuando dice “basta”.

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