Corazones de repuesto

Desde aquel día de 1967 en que el cardiocirujano Christian Barnard realizó el primer trasplante de corazón, la técnica se ha ido perfeccionando y ha aumentado la sobrevida de los pacientes. Al principio, el mayor problema que debieron enfrentar los médicos fue la tendencia natural del organismo a rechazar el tejido ajeno. Sin embargo, a principios de la década de 1980 y debido al empleo de fármacos inmunosupresores (que debilitan la actividad del sistema inmunológico), en particular la ciclosporina, el número de pacientes con un trasplante de corazón que sobrevivie la operación más de un año comenzó a aumentar. En la década de los noventa, este tipo de intervención se fue haciendo más habitual.

Según el Instituto de Corazón y Pulmón de los Estados Unidos, hasta el presente se han realizado algo más de 45 mil transplantes en todo el mundo. La cifra, sin embargo, no es muy grande, lo cual se vincula, principalmente, con la escasez de donantes, problema que se da en la mayoría de los países, entre ellos Argentina.

Pero, ¿en qué momento aconseja el cardiólogo efectuar un trasplante? El condicionante fundamental de la indicación de transplante cardíaco se vincula con la baja disponibilidad de donantes. Esto hace que las indicaciones deban ser muy precisas. El trasplante cardíaco es la instancia final de una insuficiencia cardíaca, cuando todos los demás tratamientos han fracasado.

Cuando una persona comienza a tener una insuficiencia cardíaca, puede no tener síntomas. El corazón comienza a dilatarse por distintas razones: por un problema valvular, coronario, por enfermedad de Chagas, o debido a lo que se denomina una miocardiopatía idiopática (cuya causa se desconoce). Cuando el corazón se agranda, sus fibras se estiran y pierden la capacidad de contraerse, algo parecido a lo que sucede con un elástico que, cuando se estira demasiado, ya no vuelve a su posición original.

Fatiga ante el esfuerzo mínimo

Cuando el corazón tiene dificultades para contraerse, el paciente comienza a experimentar síntomas, por ejemplo, siente fatiga cuando hace un esfuerzo. El médico puede administrar fármacos para mejorar la función cardíaca (drogas vasodilatadoras, diuréticos y drogas inotrópicas, que actúan sobre la musculatura del corazón para mejorar la contracción).

Pero llega un momento en que el organismo ya no responde bien a las drogas y el paciente, que sólo tenía fatiga cuando corría, comienza a agitarse incluso con esfuerzos menores. Y después, hasta puede tenerla cuando está sentado mirando televisión. O puede llegar a despertarse durante la noche con sensación de ahogo.

Los cardiólogos manejan una clasificación de la limitación funcional de los pacientes, establecida por la New York Cardiologist Association. Esta clasificación coloca en la clase I a los pacientes que tienen fatiga cuando realizan grandes esfuerzos. En la clase II, a los que experimentan fatiga ante esfuerzos habituales, como caminar o subir un piso por la escalera. La clase III corresponde a aquellas personas que se fatigan al efectuar esfuerzos mínimos, como estar sentado leyendo el diario. Un paciente está en la clase IV si tiene fatiga en estado de reposo.

Cuando la persona se encuentra en las clases III o IV, el cardiólogo indica que es necesario efectuar un trasplante si las drogas para aliviar el problema ya no surten efecto, y el problema tampoco puede resolverse mediante una intervención específica, por ejemplo, reemplazo valvular, by pass (puente) aorto-coronario, o angioplastía coronaria  (desobstrucción de las arterias).

Los médicos realizan una serie de estudios para determinar si el paciente debe ser trasplantado. Ergometrías (pruebas de esfuerzo), medición de la presión sanguínea, de la frecuencia cardíaca y su variación, de la presión en el ventrículo izquierdo. También efectúan un ecocardiograma, que informa sobre la función cardíaca. Una de las mediciones, que suele ser decisiva, es lo que se denomina «fracción de eyección del ventrículo izquierdo».

Para explicarlo es necesario recordar que el ventrículo izquierdo recibe la sangre oxigenada que viene, a través de la aurícula izquierda, desde los pulmones. La contracción del ventrículo izquierdo impulsa la sangre hacia la aorta y, desde ésta, a todas las arterias del organismo.

La cantidad de sangre que sale del ventrículo izquierdo no es toda la que entra. Sale un 70 por ciento y queda una cantidad residual. Pero, cuando el corazón empieza a dilatarse y a disminuir su capacidad de contracción, la cantidad que sale del ventrículo izquierdo es menor. Es lo que los especialistas denominan «fracción de eyección». La fracción normal es de 60 a 70 por ciento, pero cuando baja a menos del 20 por ciento, eso significa que el corazón se encuentra muy deteriorado y que la única alternativa para el paciente es el trasplante.

Los médicos, para efectuar un trasplante, también tienen en cuenta la edad del paciente. El límite de edad ha sido establecido en 65 años, pero no es un valor absoluto. Si el paciente tiene un estado general bueno, y una expectativa de vida larga, no hay obstáculos para efectuar el trasplante, aunque haya superado la edad considerada límite.

Cuándo no hacer un transplante

Hay casos en que los médicos no recomiendan un transplante. Por ejemplo, si el paciente sufre alguna enfermedad terminal. Tampoco se recomienda si el paciente es alcohólico, fumador, o adicto a las drogas.

Los especialistas consideran que, cuando se hace un trasplante, se cambia una enfermedad grave por otra menos grave. Esto significa que el paciente tendrá, de por vida, su sistema inmunológico deprimido con el fin de evitar el rechazo del nuevo órgano.

El paciente deberá tener un cuidado riguroso de su propio cuerpo para poder llevar una vida normal. Lo cual es imposible si el paciente fuma, bebe en exceso o consume drogas. De hecho, si el paciente fuma y sus pulmones están deteriorados, el problema terminará afectando también al nuevo corazón.

El paciente trasplantado, dado que debe tomar tres diferentes drogas para evitar el rechazo, no puede estar padeciendo ninguna enfermedad infecciosa, porque ésta puede agravarse con la inmunosupresión.

Tampoco se recomienda un transplante si el paciente tiene insuficiencia renal, o una diabetes insulinodependiente que haya afectado algún órgano, como los riñones, los vasos sanguíneos o la retina.

Qué condiciones debe cumplir el donante

El donante de un corazón, tiene que ser, por razones obvias, cadavérico, a diferencia de un donante de riñón o de parte del hígado que, en algunos casos, puede tratarse de una persona viva. Tienen que ser menores de 50 años de edad, sin enfermedad contagiosa, y no puede haber una diferencia mayor del 20 por ciento, entre donante y receptor, en cuanto al tamaño corporal.

¿Cuál es la sobrevida de un paciente transplantado? Los especialistas consideran que es superior al 80 por ciento durante el primer año de vida. Y entre el 70 y el 80 por ciento durante los primeros 5 años, bajando luego al 68 por ciento.

Los pacientes trasplantados mejoran considerablemente su calidad de vida, porque en la etapa previa a la operación suelen necesitar estar en reposo la mayor parte del tiempo para evitar la fatiga.

Por lo general, la espera de un corazón para transplante lleva como mínimo 6 meses,  tiempo que puede ser eterno. Pero una vez efectuado el trasplante, todo cambia.

El paciente puede trabajar y también, paulatinamente, realizar actividad física, y las mujeres pueden, incluso, quedar embarazadas. Pero se debe ejercer un cuidado riguroso del propio organismo. El paciente trasplantado no puede tener el colesterol alto, ni hipertensión y, si tiene diabetes, ésta debe estar muy controlada. Pero si realiza todos los controles necesarios, y toma su medicación, puede desarrollar una vida normal.

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