No es común que se tenga que someter a un niño a los rigores de la sala de cirugía. Sin embargo, hay un procedimiento quirúrgico que es casi un clásico en la infancia: la extirpación de las adenoides, una formación de tejido linfático situado en la zona de transición entre la nariz y la garganta que aparece en el segundo mes de vida.
Las adenoides alcanzan su máximo tamaño durante la pubertad, momento en el que comienza su involución. Su crecimiento (llamado hipertrofia de adenoides en términos médicos) o su infección crónica es más común durante la niñez, pero la extirpación (adenoidectomía) está justificada solo en casos de obstrucción nasal persistente y repetidas infecciones. Es una intervención excepcional en adultos.
Las adenoides están formadas por un tejido similar al de las amígdalas, ubicado en la parte posterior de la nariz. No son visibles al inspeccionar la boca porque están detrás del paladar. Al igual que las amígdalas, pueden sufrir desde procesos infecciosos hasta tumorales. Los más comunes son las inflamaciones provocadas por infecciones virales o bacterianas (por ejemplo, amigdalitis o angina pultácea).
Los científicos creen que las adenoides funcionan como parte del sistema inmunológico del cuerpo, filtrando los gérmenes que intentan invadir el cuerpo y ayudando a desarrollar anticuerpos contra ellos. Esto ocurre principalmente durante los primeros años de vida y se vuelve menos importante con el tiempo. Sin embargo, los niños a quienes se les extirpan las amígdalas o adenoides no pierden resistencia porque otros tejidos linfáticos del organismo suplen su función.
Síntomas de alerta
Diferentes procesos, como infecciones recurrentes, alergias o factores irritantes, pueden aumentar el tamaño de las adenoides y provocar inflamación persistente. Estos cuadros clínicos, aunque sean benignos, pueden repetirse y poner en riesgo la vida del paciente.
Los especialistas coinciden en que la extirpación de las adenoides está justificada solo en casos de obstrucción nasal persistente o infecciones repetidas del tejido adenoideo que provocan otitis de repetición o moco persistente en uno o ambos oídos. Para establecer el diagnóstico, se basan en los síntomas, el examen físico y el estudio radiográfico.
El niño o adulto con adenoides grandes o infecciones de adenoides puede presentar algunos de los siguientes síntomas:
Dificultad para respirar por la nariz, lo que lleva a respirar por la boca normalmente.
Hablar como si la nariz estuviera obstruida.
Respiración ruidosa.
Ronquidos durante el sueño.
Pausas de apnea (dejar de respirar durante unos segundos mientras duerme).
Congestión nasal con moco persistente.
Tos nocturna.
Otitis agudas frecuentes.
Ganglios en el cuello.
Pérdida de peso y afectación general, especialmente en lactantes.
Fiebre.
La solución
El tratamiento inicial para las infecciones en las adenoides son los antibióticos. Sin embargo, estos trastornos suelen ser recurrentes, y las adenoides hipertróficas pueden provocar dificultad respiratoria real, con pausas de apnea y problemas en el habla, además de influir en la aparición de otitis. En estos casos, el otorrinolaringólogo puede recomendar su extirpación quirúrgica.
La adenoidectomía es una intervención rápida (aproximadamente media hora) que se realiza con un instrumento que se introduce por la boca y permite la extirpación de la mayor parte del tejido adenoideo.
La extirpación conjunta de adenoides y amígdalas es cada vez menos frecuente, pero la adenoidectomía puede ir acompañada de la colocación de tubos de ventilación a través del tímpano. Esto se realiza para mejorar la aireación del oído medio y está indicado en casos de otitis medias agudas recurrentes, otitis con pérdida auditiva y retracción del tímpano. Se realiza una vez que no se observa reabsorción espontánea del moco del oído y la inflamación no responde a tratamientos farmacológicos.
El tubo de ventilación se expulsa espontáneamente entre 3 meses y 1 año después de su inserción, y generalmente, el tímpano se cierra completamente.
Aunque se trata de una intervención ambulatoria, los profesionales de la Fundación Arauz hacen las siguientes recomendaciones:
Ayunar durante ocho horas antes de la operación.
Realizar la operación con anestesia general en un quirófano bajo la supervisión de un anestesista y monitorización adecuada para minimizar los riesgos.
Extraer las adenoides a través de la boca sin incisiones en la piel.
La extirpación de las adenoides no afecta negativamente a las defensas del organismo, ya que otras partes del sistema linfático suplen su función.
La estancia hospitalaria generalmente es de 5 a 10 horas.
Después de recibir el alta, se prescribe un tratamiento antibiótico, y por lo general, no se requiere tratamiento para el dolor.
¿Cuáles son los riesgos de la adenoidectomía?
La adenoidectomía se realiza con anestesia general, lo que conlleva un riesgo anestésico similar a cualquier otra operación. Sin embargo, gracias a las medidas de control y a los nuevos fármacos anestésicos, este riesgo es mínimo. Una complicación de la adenoidectomía es el sangrado, que es menos frecuente que en la amigdalectomía. Este sangrado se puede minimizar siguiendo las recomendaciones del otorrinolaringólogo para el período postoperatorio. Cuando ocurre sangrado, la mayoría de las veces es leve y se detiene espontáneamente. En ocasiones, se necesita hospitalización para controlar el sangrado bajo anestesia.
¿Qué cuidados debemos tener después de la operación de adenoides?
Después de la intervención de adenoides, se forma una costra en la zona operada que no se debe desprender bruscamente para evitar el riesgo de sangrado. Por lo tanto, es recomendable el reposo relativo y evitar ejercicios bruscos. Durante los primeros dos días posteriores a la intervención, se debe seguir una dieta blanda y fría. Medicamentos como el ácido acetilsalicílico (aspirina) pueden interferir en la coagulación y se deben evitar antes y después de la intervención.