Según un reciente estudio, nunca es demasiado tarde para dejar de fumar, pues la disminución de los riesgos para la salud que implica el tabaquismo se experimenta a toda edad en que se abandona el hábito. Los grupos de autoayuda y los tratamientos farmacológicos son dos buenos aliados.
Recientes estudios han corroborado los efectos beneficiosos de dejar de fumar, según una investigación realizada por las unidades de Ensayos Clínicos y Estudios Epidemiológicos del Radcliffe Infirmary en Oxford (Inglaterra), publicada en la revista médica británica British Medical Journal, las personas que dejan de fumar, incluso aquellas de 50 o 60 años, reducen significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón. Además, si un fumador deja el hábito a una edad temprana, puede evitar hasta el 90% de los riesgos asociados al tabaco.
¿Cuáles son, entonces, los riesgos para la salud que conlleva el hábito de fumar? Según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), El tabaquismo es la principal causa evitable de muerte en todo el mundo, superando en número de fallecimientos al SIDA, los accidentes de tránsito, la violencia, así como al consumo de alcohol y drogas ilegales combinados. El cigarrillo representa el factor de riesgo primario para enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer, y se ha relacionado con al menos 52 enfermedades diferentes.
Trabajo de equipo
Una de las alternativas terapéuticas a las que pueden recurrir aquellas personas que quieren dejar de fumar, pero no pueden hacerlo solos son los grupos de autoayuda que trabajan específicamente sobre el tema del tabaquismo. En estos grupos, que suelen ser liderados por personas que han dejado de fumar, se abordan y comparten las diversas dificultades que enfrentan los participantes para abandonar el hábito tabáquico. El apoyo del grupo y las tácticas y estrategias que aportan los coordinadores brindan una red de contención social y las armas necesarias para hacerle frente a dicha empresa. Los grupos de autoayuda de Lalcec, en Argentina, son un ejemplo.
En Lalcec trabajamos apuntando a lo psicológico. Algo le sucede al fumador con el cigarrillo, y nosotros justamente tratamos de descubrir en qué fisura de la personalidad le quedó encendido el cigarrillo que no puede apagar explica el licenciado Leonardo Daino, antropólogo, psicólogo y educador para la salud, al frente de la campaña antitabaco de la Liga Argentina Para la Lucha Contra el Cáncer (Lalcec). Pues existen cigarrillos que son más difíciles de abandonar que otros, los más fáciles de dejar son los que una persona fuma cuando ve a alguien fumando y le pide un cigarrillo. Pero después hay otros que están como atrincherados, y lo que hay que lograr es develar qué uso o significado les da el fumador».
Aquí el licenciado Daino aporta un ejemplo personal: «Cuando yo fumaba y daba clases en la facultad, si un alumno me hacia una pregunta yo sacaba un cigarrillo, lo encendía, le daba una pitada y recién entonces contestaba la pregunta. Ese cigarrillo me daba tiempo para pensar la respuesta ante la atenta mirada de mis alumnos».
Lucha cuerpo a cuerpo contra la nicotina
El tratamiento farmacológico del tabaquismo generalmente está reservado para aquellas personas que han intentado dejar de fumar y no pueden lograrlo. Si una persona decide dejar de fumar y no puede hacerlo sola, puede recurrir entonces a grupos de autoayuda; si aun así no pude lograr su cometido de dejar este insalubre hábito, existe una última línea de contención que es el tratamiento farmacológico.
La necesidad de recurrir a alternativas farmacológicas para dejar de fumar se explica por el hecho de que, como sostiene la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos, el cigarrillo es el vehículo más tóxico y adictivo para la administración de una droga cuyos efectos suelen ser subestimados por la industria tabacalera: la nicotina. Esta es una sustancia triplemente adictiva: genera una dependencia gestual, ya que al repetirse innumerables veces la acción de fumar un cigarrillo ésta se vuelve un mecanismo automático; una dependencia física, en tanto el consumo de nicotina se convierte en una necesidad del organismo; y psíquica, relacionada con la capacidad de regular el estado de ánimo de la persona que cumple la nicotina en un fumador habitual.
Es por eso que cuando éste último deja de fumar, aunque sólo sea por unas pocas horas, experimenta los síntomas de la abstinencia de la nicotina: irritabilidad, frustración, ira, ansiedad, aumento del apetito, deterioro de la capacidad cognoscitiva y reducción de la frecuencia cardíaca. Y estos síntomas son, precisamente, los que empujan al fumador a volver al cigarrillo. Muchas veces es la misma familia del fumador la que lo induce a volver a fumar, ya que prefiere el cigarrillo que tener que soportar sus cambios de humor.
El tratamiento farmacológico del tabaquismo se asienta en dos pilares: los sustitutos de nicotina y los psicotrópicos. La sustitución de nicotina se utiliza cuando el paciente tiene una adicción importante, mientras que los psicotrópicos sirven para regular el humor de la persona y calmar la parte del síndrome de abstinencia que no calman los sustitutos de nicotina.
Como todas las drogas, la nicotina que se administra mediante sustitutos farmacológicos no es inocua, produce un aumento de la frecuencia cardíaca, de la vasoconstricción y del consumo de oxígeno, pero de todas formas estos tratamientos no suelen durar más de 2 o 3 meses, y ofrecen una alta probabilidad de éxito: alrededor del 60% deja de fumar cuando finaliza el tratamiento, y un 45% sigue sin fumar después de un año.