Esclerosis Múltiple, Causas, Diagnóstico y Tratamientos

¿Qué es la esclerosis múltiple?

La esclerosis múltiple es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta al cerebro y a la médula espinal y se caracteriza por la destrucción, mediada por el sistema inmunitario, de la mielina, que no es más que un revestimiento de las fibras nerviosas. Aumenta la velocidad de comunicación entre las neuronas y evita la dispersión de la actividad eléctrica generada por la transmisión del estímulo nervioso.

Cuando una determinada orden se encuentra con una interrupción de la mielina en su vía natural, la información no avanza, o lo hace a menor velocidad, lo que impide que se lleve a cabo correctamente. La esclerosis múltiple afecta a personas jóvenes, de entre 20 y 40 años, y es más frecuente en mujeres que viven en el hemisferio norte, donde hay al menos cien casos por cada 100.000 habitantes.

Causas y síntomas de la esclerosis múltiple

Los síntomas de la esclerosis múltiple incluyen alteraciones visuales como visión borrosa o pérdida de visión en un ojo, debilidad muscular o incluso parálisis de una o más extremidades como brazos y piernas, hormigueo, adormecimiento o ardor en las extremidades o el tronco, marcha inestable o temblor en las piernas, movimientos involuntarios de los ojos, problemas de articulación del habla, dificultad para tragar, alteraciones sensoriales como no sentir dolor al cortarse o quemarse, incontinencia urinaria y modificaciones en el estado de ánimo y la capacidad intelectual.

La mayoría de las veces, estas manifestaciones cursan con brotes en los que hay un empeoramiento de los síntomas, seguidos de periodos de mejora, e incluso puede haber largos periodos de estabilidad. La pérdida de la vaina de mielina es el resultado de una reacción incontrolada del sistema inmunitario (llamada proceso autoinmune) que comienza a producir anticuerpos que se vuelven contra la mielina, inflamándola y dañándola. Sin embargo, se desconoce qué es exactamente lo que actuaría como desencadenante de esta respuesta inmunitaria desordenada.

La herencia genética contribuye al desarrollo de esta enfermedad, lo que se pone de manifiesto cuando se observa que el 15% de las personas con esclerosis múltiple tienen un familiar cercano que también está afectado por esta enfermedad.

Exámenes y diagnósticos de la esclerosis múltiple

El conjunto de síntomas en un individuo joven, especialmente con un historial de aparición de manifestaciones seguido de una mejora, hace que el médico sospeche de esta enfermedad. Sin embargo, el diagnóstico no prescinde de la realización de algunos exámenes para investigar alteraciones compatibles con la pérdida de mielina y para excluir otros trastornos que cursan con síntomas similares.

La principal es la resonancia magnética del cerebro, que no sólo detecta las zonas con mielina alterada, sino que también consigue distinguir la desmielinización reciente de los procesos ocurridos hace tiempo. El análisis del LCR, un líquido que se encuentra entre las membranas que recubren el cerebro, también puede ser muy informativo, revelando, por ejemplo, la presencia de la respuesta inmunitaria que se asocia a la enfermedad.

Tratamientos y prevención de la esclerosis múltiple

La esclerosis múltiple aún no tiene cura. El objetivo del tratamiento, por lo tanto, es reducir la posibilidad de un nuevo brote e incluso reducir la intensidad de las próximas manifestaciones, si se producen. Para ello, se utilizan medicamentos que reducen la respuesta del sistema inmunitario y la propia inflamación, como los corticoides y otros inmunosupresores e inmunomoduladores, asociados a estrategias como la fisioterapia, para mantener el equilibrio y la fuerza muscular.

La terapia debe ser individualizada y debe mantenerse durante muchos años. Como no se conocen las causas de los procesos autoinmunes, no hay forma de prevenir la esclerosis múltiple. Sin embargo, quienes tienen antecedentes familiares de la enfermedad deben estar más atentos a sus manifestaciones iniciales más leves y transitorias, como el adormecimiento de las extremidades o la aparición repentina de visión borrosa o difusa, entre otras.

El diagnóstico precoz, aunque no implique un tratamiento farmacológico inmediato, determina un seguimiento médico que, al menos, da mayor seguridad al portador del trastorno y a su familia.

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