Fiebre Amarilla, Causas, diagnóstico y tratamiento

¿Qué es la fiebre amarilla?

La fiebre amarilla es una enfermedad infecciosa causada por un virus que entra en el cuerpo humano a través de las picaduras de mosquitos. La infección, que puede prevenirse mediante la vacunación, se produce en regiones de bosques y sabanas, exclusivamente en Sudamérica, Centroamérica y África, y afecta a personas no vacunadas y no inmunes en zonas urbanas, silvestres o rurales.

En la mayoría de los individuos, la enfermedad evoluciona de forma benigna, como otras enfermedades infecciosas, mejorando de forma natural al cabo de unos días.

Alrededor del 15% de los pacientes, sin embargo, presentan la forma grave de la infección, en la que, tras una aparente mejoría, los síntomas se intensifican de nuevo y se acompañan de complicaciones hemorrágicas y de una grave afectación renal y hepática, que requieren cuidados médicos intensivos (no siempre suficientes para revertir el cuadro, cabe destacar).

Es este riesgo el que hace de la fiebre amarilla una enfermedad temida, ya que, ante una infección, es imposible saber si habrá evolución hasta su presentación más grave. Sin embargo, la vacunación funciona como un gran aliado para la población que vive en zonas endémicas, y especialmente para los viajeros que visitan dichas regiones, que, al fin y al cabo, forman el grupo más susceptible.

Causas y síntomas de la fiebre amarilla

La mayoría de las personas desarrollan síntomas discretos o ni siquiera tienen manifestaciones clínicas. Cuando se presenta, los signos de la enfermedad comienzan repentinamente con una sensación de malestar, dolor de cabeza, dolor muscular, fatiga, fiebre y escalofríos, seguidos de náuseas, vómitos y, finalmente, diarrea.

Este cuadro mejora en tres o cuatro días. La forma grave aparece entre 24 y 48 horas después de que la infección parece haber remitido. Reaparece la fiebre, acompañada de dolores de cabeza y abdominales, además de vómitos que pueden contener sangre. La situación se agrava con hemorragias en la nariz y las encías, manchas en el cuerpo parecidas a hematomas, coloración amarillenta en la piel y las mucosas (la llamada ictericia) como signo de mal funcionamiento del hígado, y disminución del volumen urinario, que a su vez anuncia una insuficiencia renal.

Debido a este riesgo, toda persona que presente fiebre durante o después de un viaje a una zona de riesgo debe buscar inmediatamente atención médica. La fiebre amarilla está causada por un flavivirus que, en América, se transmite principalmente por mosquitos del género Haemagogus y Sabethes. En las zonas silvestres, estos mosquitos pueden nacer portando el agente de la enfermedad o convertirse en su vector tras picar a monos infectados. Este insecto también puede adaptarse a las zonas rurales y, por tanto, propagar la enfermedad también en estas regiones.

En los entornos urbanos, la contaminación se produce a través del Aedes aegypti, el mismo mosquito que transmite el virus del dengue. El mosquito se convierte en vector al picar a personas que adquirieron el virus en zonas silvestres: un ser humano puede ser una fuente de contaminación para un mosquito desde el momento anterior a la aparición de los síntomas hasta el quinto día de la infección.

El mosquito Aëdes albopictus, también implicado en la transmisión del dengue, es también un potencial transmisor de flavivirus porque, al igual que el primero, se multiplica en las viviendas o cerca de ellas. Conviene recordar que una persona no transmite la infección directamente a otra, sino siempre con la participación de uno de los insectos aquí mencionados.

Exámenes y diagnósticos la fiebre amarilla

Las manifestaciones clínicas de la fiebre amarilla no son suficientes para que el médico saque una conclusión diagnóstica, incluso con un historial de viajes recientes a zonas silvestres, porque otras enfermedades transmitidas por mosquitos también comienzan de forma similar, como el propio dengue y la malaria. Así, el diagnóstico depende de la realización de pruebas sanguíneas tradicionales, como los anticuerpos contra el flavivirus o el aislamiento de este agente en un cultivo adecuado para su crecimiento, o de pruebas moleculares, que investigan la presencia del microorganismo en material biológico mediante el análisis del ADN.

La confirmación de la infección es esencial para evitar epidemias, siempre con la adopción de medidas preventivas en el lugar de origen del paciente. De todos modos, conviene recordar que el diagnóstico de fiebre amarilla no excluye la posibilidad de que la persona haya contraído también la malaria, ya que las zonas de transmisión de ambas enfermedades son las mismas.

Tratamiento y prevención la fiebre amarilla

El tratamiento de la fiebre amarilla es sólo sintomático, es decir, se hace para mejorar el estado general del individuo. Se recomienda una hidratación vigorosa y antipiréticos para bajar la fiebre.

Es importante destacar que deben evitarse los medicamentos que contengan ácido acetilsalicílico (el principio activo de muchos antiinflamatorios y de la Aspirina), porque esta sustancia favorece la aparición de hemorragias. A pesar de la sencillez terapéutica, el individuo con sospecha de fiebre amarilla debe ser hospitalizado para que pueda recibir atención inmediata en caso de que la infección evolucione a su forma más grave.

En estos casos, el tratamiento debe ser intensivo y puede incluir medidas adicionales, como transfusiones de sangre y diálisis peritoneal, un procedimiento realizado para eliminar las toxinas de la circulación cuando la función renal está comprometida. La vacuna contra el flavivirus es la mejor manera de prevenir la fiebre amarilla.

Los que viven en zonas de riesgo (en general, las mismas en las que se dan casos de dengue) deben ser vacunados cada diez años, a partir de los 9 meses de edad. Para las personas que vayan a pasar algún tiempo en estas regiones, la orientación es recibir la vacuna al menos diez días antes del viaje.

Como medidas de protección individual en zonas silvestres, es importante llevar pantalones y blusas de manga larga y aplicar, en las zonas expuestas del cuerpo, un repelente a base de dietiltoluamida (Deet), cuya concentración debe ser del 10% para los niños y del 50% para los adultos. También se recomienda alojarse en un hotel con aire acondicionado, o utilizar mosquiteras impregnadas de insecticidas.

Sin embargo, la prevención de la fiebre amarilla en los centros urbanos pasa por la eliminación de Aëdes aegypti y, sobre todo, de los lugares donde la hembra pone sus huevos. Para ello, hay que suprimir cualquier recogida de agua limpia. En la práctica, se recomienda poner tierra en el plato de las macetas, limpiar los canalones de los tejados para evitar la acumulación de agua, no exponer a la lluvia objetos que puedan almacenar agua, meter la basura en bolsas o contenedores cerrados y tapar los depósitos de agua, entre otras medidas.

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