¿Qué es la obesidad?
La obesidad es un síndrome caracterizado por la acumulación excesiva de grasa en el cuerpo, por encima del 20% del peso considerado ideal para un individuo, según su estatura.
En la práctica, siempre que la ganancia de energía, obtenida mediante la alimentación, supera el gasto energético, el organismo acumula calorías en forma de células grasas. Sin embargo, en la obesidad existe un gran desequilibrio entre la formación y la destrucción de estas células.
A pesar de los problemas estéticos y psicológicos que conlleva este síndrome, es en la salud donde el exceso de peso causa los mayores daños. Al fin y al cabo, la enfermedad constituye un fuerte factor de riesgo para varios problemas de salud, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la hipertensión arterial, la artrosis, las varices y varios tipos de cáncer, lo que reduce considerablemente la esperanza de vida de sus portadores.
Aunque hay muchas posibilidades de tratamiento, esta enfermedad se ha convertido en una epidemia debido a las facilidades de la vida moderna, desde el control remoto, pasando por el sistema de reparto, hasta Internet.
Según la Organización Mundial de la Salud, hay 1.600 millones de adultos con sobrepeso en todo el mundo, de los cuales 400 millones se consideran obesos.
Causas y síntomas de la obesidad
La obesidad no provoca signos y síntomas directos, sino manifestaciones derivadas de las enfermedades que provoca. De todos modos, los obesos presentan demasiado cansancio, sudoración excesiva, principalmente en pies, manos, axilas y pliegues, lo que también los predispone a la aparición de micosis, además de dolores en piernas y columna. Dependiendo del volumen corporal, el individuo no sólo tiene limitaciones estéticas y sociales, sino también de movimiento, lo que agrava aún más su condición.
La obesidad depende siempre de una combinación de la predisposición genética, que hace que el organismo sea más lento para digerir los alimentos y utilizar los nutrientes, el entorno en el que vive la persona y su estilo de vida. Como en otras enfermedades, algunos factores contribuyen más directamente a la acumulación de grasa corporal.
Los principales factores que contribuyen al exceso de peso siguen siendo la sobrealimentación, con una ingesta de calorías muy elevada, y la inactividad física. Sin embargo, la causa puede ser también aspectos emocionales y psicológicos, como la ansiedad y la depresión, o desequilibrios hormonales, como los que se producen después del embarazo.
También existe la obesidad secundaria al tratamiento prolongado con corticoides, antidepresivos y hormonas (especialmente estrógenos), así como la desencadenada por alteraciones endocrinas, como las del tiroides. Dejar de fumar sin el apoyo psiquiátrico adecuado también conlleva el riesgo de sobrepeso patológico.
También existe la posibilidad de que el síndrome afecte a un deportista que deja de hacer ejercicio repentinamente y mantiene el mismo patrón de alimentación. Por último, el problema puede tener un origen eminentemente genético, derivado de ciertos síndromes que afectan al desarrollo físico y mental.
Exámenes y diagnósticos de la obesidad
Para un médico, es fácil saber quién es obeso y quién tiene un ligero sobrepeso. Pero el diagnóstico de la obesidad exige una evaluación de los riesgos a los que está expuesta la persona, porque, desde el punto de vista sanitario, ésta es la principal preocupación.
La forma más utilizada por los especialistas para esta investigación es el índice de masa corporal (IMC), una fórmula que consiste en dividir el peso en kilogramos (kg) por la altura en metros al cuadrado (IMC = peso / altura2). Con el valor obtenido, los médicos pueden clasificar la obesidad y determinar el riesgo de complicaciones. El valor normal del IMC oscila entre 18 y 24,9 kg/m2. Con un IMC superior a 30 kg/m2, la persona ya se considera obesa, en niveles que pueden ir desde el I, el más leve, hasta el III, el más grave, también llamado obesidad mórbida.
Además de este índice, los riesgos también se evalúan por el perímetro abdominal, por la relación entre las medidas de cintura y cadera y por el tipo de obesidad. La llamada obesidad androide, en la que el individuo tiene un cuerpo en forma de manzana, está asociada a problemas metabólicos y cardiovasculares. En cambio, la obesidad ginecoide, en la que la forma del cuerpo es más parecida a la de una pera, está más relacionada con el desarrollo de varices y artrosis.
En cualquier caso, la investigación de los obesos no prescinde de un estudio de su historia clínica y de una mínima evaluación de laboratorio para verificar su estado de salud y los indicios de complicaciones que, en su caso, necesitan un abordaje específico.
Tratamientos y prevención de la obesidad
El tratamiento de la obesidad, en cualquier caso, suele combinar una dieta hipocalórica equilibrada, sin demasiadas restricciones, un programa de ejercicio regular, configurado de forma personalizada para el individuo, y, cuando es necesario, fármacos, especialmente supresores del apetito y promotores de la saciedad, que aumentan el nivel de un neurotransmisor relacionado con el bienestar: la serotonina.
Sin embargo, estos fármacos se prescriben en casos seleccionados, ya que conllevan importantes efectos secundarios, sin olvidar que funcionan como coadyuvantes. En casos extremos, en los que la obesidad representa un riesgo muy fuerte, puede ser necesario recurrir a la llamada cirugía bariátrica, que reduce el tamaño del estómago y la capacidad de absorción de alimentos. Sea cual sea el tratamiento, nada es definitivo.
El mantenimiento del peso requiere una reeducación dietética y un ejercicio continuado; en resumen, un cambio de estilo de vida. La prevención de la obesidad implica mantener un estilo de vida saludable a lo largo de la vida, con una dieta equilibrada, ejercicio físico regular y un tiempo de ocio que no se limite a permanecer frente al televisor o el ordenador. Sin embargo, la estrategia preventiva debe centrarse en la infancia.
Los hijos de parejas delgadas tienen menos de un 10% de posibilidades de ser obesos, no sólo por la herencia genética, sino también por la adopción de los hábitos alimentarios de sus padres. Si el individuo aprende desde pequeño a tomar buenas decisiones en la mesa, será más fácil que se mantenga en una situación que le predisponga al aumento de peso, ya sea un problema de salud o un trastorno emocional.