¿Puede Cándida más que la ciencia?

El hongo Candida ha experimentado un aumento significativo en su incidencia en los últimos diez años, especialmente en entornos de salud. Factores como los hábitos de vestimenta, el uso indiscriminado de antibióticos y el incremento de pacientes con sistemas inmunológicos debilitados contribuyen a crear condiciones propicias para la proliferación de esta infección. La transmisión intrahospitalaria de Candida representa actualmente uno de los principales desafíos en el campo de la infectología.

Candida es un hongo que forma parte de la microbiota normal en aproximadamente el 50% de la población sana. Se encuentra principalmente en la piel y el tracto digestivo, pero puede proliferar y causar una enfermedad llamada candidiasis cuando se altera el equilibrio natural de la flora bacteriana, tanto en humanos como en animales.

 En la última década Candida ha pasado de ocupar el décimo lugar a ocupar entre el tercero y cuarto lugar en cuanto a la detección en cultivos de sangre, evidenciando un aumento considerable en la enfermedad candidiásica, con un incremento estimado del 469%.

Este hongo se transmite principalmente por contacto directo, siendo especialmente preocupante en entornos hospitalarios, donde hasta el 40% de los niños en unidades de cuidados intensivos neonatales pueden adquirirlo en apenas una semana. Esto puede ocurrir durante el parto o a través del contacto con el personal médico.

Las infecciones por Candida pueden manifestarse en diferentes niveles, desde afectaciones superficiales hasta complicaciones sistémicas graves. Las candidiasis superficiales afectan la piel, las mucosas (boca, tracto digestivo, vagina) y semi-mucosas (como las comisuras de la boca y la región genital). Por otro lado, las candidiasis profundas comprometen capas más profundas de la piel y pueden representar un riesgo para la vida.

Las formas superficiales de candidiasis presentan síntomas variados según la ubicación de la infección. Pueden causar erupciones en la piel, picazón e inflamación en la vagina, irritación en el pene y lesiones en la boca, entre otros síntomas.

En cuanto a las formas profundas, estas representan un desafío mayor debido a su capacidad de afectar órganos internos y tejidos más profundos. En pacientes con sistemas inmunológicos comprometidos, como los neonatos prematuros, la candidiasis puede diseminarse rápidamente, llegando incluso a provocar sepsis.

El tratamiento de las infecciones por Candida varía según la severidad y la localización de la infección. Pueden utilizarse tratamientos locales con antifúngicos tópicos o tratamientos sistémicos con antifúngicos más potentes, dependiendo de la respuesta al tratamiento inicial y la extensión de la infección.

Además de los tratamientos médicos convencionales, se han explorado terapias alternativas que podrían complementar el tratamiento antifúngico, como reducir el consumo de azúcar, usar remedios naturales con propiedades antifúngicas como el ajo o el aceite de árbol de té, y mantener una dieta equilibrada que fortalezca el sistema inmunológico.

En términos de prevención, se destaca la importancia del uso prudente de antibióticos, evitar la humedad excesiva en la piel (especialmente en pliegues), utilizar prendas de vestir transpirables y evitar el uso excesivo de productos cosméticos en áreas propensas a la infección. En el caso de las mujeres, se recomienda evitar prácticas como las duchas vaginales y los protectores personales fuera del periodo menstrual para mantener un equilibrio saludable en la flora vaginal.

El aumento de las infecciones por Candida representa un desafío significativo en el ámbito de la salud, especialmente en entornos hospitalarios y en pacientes con sistemas inmunológicos comprometidos. El abordaje integral, que incluya medidas de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento adecuado, es fundamental para controlar esta infección y reducir su impacto en la salud de la población.

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