¿Qué es el sarampión?
Definida como una enfermedad infecciosa altamente contagiosa, el sarampión es una de las llamadas enfermedades comunes de la infancia, que se manifiesta con manchas rojas en la piel. Es sin duda la más grave de estas infecciones, ya que puede afectar a varios órganos, como los pulmones, los oídos y el sistema nervioso central.
Sin embargo, la infección también afecta a los adultos no vacunados o a los que no la tuvieron de niños. Por ello, cuando aparecen placas rojizas en la piel, lo mejor es acudir al médico inmediatamente, sea cual sea la edad del portador de esta manifestación.
Causas y síntomas del sarampión
La enfermedad provoca manchas rojizas y ásperas en la piel, que aparecen inicialmente en la cara y evolucionan por todo el cuerpo hasta los pies, así como fiebre alta, tos seca, coriza, conjuntivitis, malestar general, pérdida de apetito y manchas blancas en el interior de las mejillas, denominadas enantema de Koplik. La otitis, la neumonía y la encefalitis también pueden desarrollarse posteriormente como complicaciones graves del sarampión.
El sarampión está causado por un virus del género Morbillivirus, que se transmite por vía respiratoria, precisamente por las gotitas expulsadas al estornudar o toser de personas infectadas. Suele haber un intervalo de 8 a 14 días entre la infección y la aparición de los signos característicos de este virus: es el periodo de incubación. Hay que tener en cuenta que un individuo puede transmitir el sarampión a otro antes de mostrar síntomas y hasta cuatro días después de la aparición de las manchas.
Pruebas y diagnóstico del sarampión
En la mayoría de los casos, el diagnóstico sólo puede establecerse con una evaluación clínica, realizada en la consulta del médico. Sin embargo, si existen dudas, hay pruebas de laboratorio que pueden confirmar la sospecha, como la serología que detecta la presencia de anticuerpos contra el Morbillivirus en la sangre.
Tratamiento y prevención del sarampión
El tratamiento pretende atenuar los síntomas del sarampión, como la fiebre y la tos, o incluso tratar sus complicaciones. Los que tienen otitis debido a esta enfermedad, por ejemplo, necesitan tomar los antibióticos adecuados. De todos modos, la persona afectada por la enfermedad debe descansar, beber mucho líquido, comer ligeramente y limpiarse los ojos con agua tibia, a causa de la conjuntivitis, hasta que se sienta mejor, lo que significa que el sistema inmunitario ha derrotado al virus de forma natural. En casos especiales, se puede prescribir una terapia para reforzar la inmunidad del organismo.
El sarampión puede prevenirse con la vacuna contra el virus que causa la infección, que se administra sola o asociada a las vacunas contra la parotiditis y la rubéola, la llamada vacuna triple vírica, en este caso entre los 12 y los 15 meses de edad, con una segunda dosis entre los 4 y los 6 años. Si el niño recibe la vacuna contra el sarampión antes, a los 9 meses de edad, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los países que todavía tienen casos de la enfermedad, el refuerzo debe hacerse a los 15 meses, con la triple. Los adultos no inmunes también se benefician de la vacunación, a excepción de las mujeres embarazadas y los inmunodeprimidos, como es el caso de los trasplantados y los enfermos de SIDA.