El primer trasplante de hígado entre dos seres humanos se realizó en 1963, pero el procedimiento no pasó a formar parte de la rutina médica hasta bien entrada la década del ochenta. En la Argentina, con la difusión de los operativos de trasplante y la concientización de la población, los trasplantes de hígado han ido en aumento. Sólo en la ciudad de Buenos Aires, el último año se concretaron casi 200 operaciones, y el número de pacientes en lista de espera creció de menos de 100, en 1995, hasta casi 250.
Muchas enfermedades pueden interferir con el funcionamiento normal del hígado, y llegar a de poner en peligro la vida del paciente. Entre ellas, algunas son potencialmente tratables mediante un trasplante de hígado.
Cirrosis: en los adultos, la muerte de las células del hígado debido a una variedad de causas, es uno de los problemas más comúnmente tratados mediante el trasplante. En los chicos, la enfermedad más común tratada con este método es la atresia biliar, una falla de los conductos biliares para desarrollarse.
Las personas que desarrollan cirrosis en el hígado debido al exceso de alcohol no necesitan trasplante. La abstinencia y el tratamiento de las posibles complicaciones usualmente les permitirán vivir durante largo tiempo. Pero en el caso de pacientes con muerte avanzada del hígado, cuando la abstinencia prolongada y el tratamiento médico no logar restituir la salud, debe considerarse la posibilidad de la intervención.
Cáncer: La mayoría de los cánceres de hígado empiezan en alguna otra parte del cuerpo y forman metástasis. Estos casos no se pueden curar con un trasplante. De la misma manera, los cánceres que han comenzado en el hígado generalmente migran hacia otros órganos para el momento en que se detectan y raramente son curados por un trasplante. Sin embargo, el trasplante en una etapa temprana del desarrollo del cáncer puede brindar, en algunos casos, una larga sobrevida.
¿El transplante de hígado es un tratamiento de última instancia, cuando ya todo lo demás ha fallado?
Según la Asociacion Americana para el Trasplante de Hígado, sí y no. Si el tratamiento médico permite una sobrevida prolongada y de buena calidad, lo aconsejable sería que el transplante se reservara para el futuro. Sin embargo, se aconseja no esperar demasiado, porque la cirugía idealmente debe realizarse antes de la última etapa de la enfermedad, cuando la persona todavía no está demasiado enferma como para soportar un procedimiento de cirugía mayor y todavía puede esperar hasta que aparezca un donante apropiado.
¿Cómo se toma la decisión de realizar un trasplante?
Dada las dificultades que entraña un procedimiento, que exigirá controles de por vida, se recomienda que participen en ella todos los que están involucrados en el cuidado del paciente. Ellos deben entender claramente los riesgos que presenta y los beneficios que puede brindarles.
Antes de la cirugía, los mayores riesgos se presentan principalmente por la posibilidad de que la enfermedad original sufra complicaciones. Luego, los peligros son comunes a cualquier cirugía mayor, pero a estos se suman la condición de inmunosupresión (es decir, de baja de defensas) en la que debe vivir de allí en más el paciente para no rechazar el órgano.
También se corre el riesgo de que el nuevo hígado no funcione durante un breve período, o que sufra infecciones. Por eso, durante varias semanas, el paciente es controlado de cerca para verificar que su organismo no destruya al órgano injertado.
Si bien la sobrevida depende de muchos factores, generalmente entre un 60 y un 75% de los pacientes adultos y entre un 80 y un 90% de los chicos resisten con éxito el trasplante y son dados de alta en el hospital.
Los fármacos
Todas las drogas utilizadas para tratar el rechazo aumentan la susceptibilidad ante las infecciones (y la posibilidad de que aparezcan tumores). Se usan varias medicinas y cada una tiene su efecto secundario.
Las drogas con cortisona producen retención de líquidos e hinchazón de la cara, el riesgo de agravar la diabetes y la osteoporosis (una pérdida de los minerales de los huesos). La ciclosporina produce algunas tendencias a la hipertensión y aumento de vello corporal. También puede causar daño renal.