Vino y salud: una relación complicada

Más allá de los placeres y la popularidad del vino, hay una pregunta que inquieta tanto a investigadores como a consumidores: ¿es bueno o no para la salud? El interés por dilucidar esta cuestión aumentó notablemente a partir de una investigación, el proyecto Mónica, que detectó bajos niveles de mortalidad por enfermedades cardiovasculares en la población francesa, pese a su dieta rica en grasas saturadas. La llamada desde entonces paradoja francesa, puso al vino tinto en primer plano, ya que posteriores estudios atribuyeron a su consumo los inesperados resultados. Hasta el día de hoy, el tema sigue generando opiniones encontradas, especialmente a la hora de promover el consumo de alcohol como medida preventiva en materia de salud.

El estudio Mónica (1989), investigación realizada por la Organización Mundial de la Salud, encontró que las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares en Francia eran mucho menores que en otros países industrializados, como Estados Unidos y el Reino Unido, pese a que el consumo de grasas saturadas y los niveles de colesterol plasmático eran similares en estas poblaciones.

Se intentó explicar la paradoja francesa mediante la dieta de tipo mediterráneo de los franceses, la cual es rica en frutas, verduras y vino. Se consideró que otros factores de riesgo como el consumo de cigarrillos o la presión arterial no podían explicar completamente este fenómeno. Los investigadores le atribuyeron un papel clave al consumo moderado de vino.

Estudios ulteriores comprobaron que, efectivamente, el vino en general y, en particular, el vino tinto contiene ciertas sustancias con capacidad antioxidante que son, entre otros, los denominados polifenoles, presentes también en otros productos de la naturaleza (frutas, verduras), y se comenzó a especular sobre si el consumo de vino podía ser favorable en la prevención cardiovascular.

Los estudios continuaron y se demostró que aquellas personas que consumían vino, o lo que los americanos llamaron un número creciente de tragos -sea vino u otra bebida alcohólica- tenían una incidencia progresivamente decreciente de problemas cardiovasculares. En investigaciones más detalladas, se observó que las personas que consumían más de dos vasos al día tenían una mayor probabilidad de fallecer debido a otros problemas de salud, como la cirrosis, de cáncer de lengua, de estómago, de esófago de páncreas, de accidentes automovilísticos, incidentes violentos.

Hasta el momento no se   recomienda o promueve el consumo de vino como medida preventiva de patologías cardiovasculares. Por el contrario, se considera mucho más beneficioso enfocarse en dejar de fumar, realizar actividad física regularmente y seguir una dieta adecuada para reducir los riesgos para la salud.

En el caso de las personas que ya tienen consolidado el hábito del consumo moderado de vino tinto esto es, hasta dos vasos por día. No hay riesgo siempre que no esté contraindicado, como en el caso de pacientes con enfermedades hepáticas, niveles altos de triglicéridos, sobrepeso, mujeres embarazadas, personas que toman ciertos medicamentos, entre otras circunstancias especiales.

 A pesar de los estudios realizados, no debe sugerirse el consumo de vino como medida preventiva ,se estima que por cada 10 personas que comienzan a beber alcohol, una termina alcohólica. El alcohol puede causar hipertensión arterial, daño al músculo cardíaco, arritmias cardiacas, muerte súbita y contribuir al sobrepeso. Los efectos perjudiciales del alcohol superan ampliamente a cualquier beneficio que pueda ofrecer. Por ejemplo, una persona con hipertensión que también consume alcohol, si deja de beber, puede normalizar su presión arterial.

Efecto antioxidante de los flavonoides

Los radicales libres son moléculas que se generan a partir del oxígeno y se forman continuamente en las células del cuerpo. En cantidades pequeñas, no causan efectos tóxicos. En condiciones normales, la producción de radicales libres es constante y está controlada en una concentración específica. Estas moléculas son neutralizadas por las defensas antioxidantes del cuerpo, que pueden ser enzimas antioxidantes producidas por el organismo o sustancias presentes en los alimentos, como la vitamina C, vitamina E, beta-caroteno, flavonoides, entre otros.

Cuando hay un desequilibrio entre la producción de radicales libres y la acción de los antioxidantes en el cuerpo, se produce lo que se conoce como estrés oxidativo. Esto puede llevar a efectos tóxicos y a la aparición de enfermedades, principalmente enfermedades arterioescleróticas como las enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, problemas de obstrucción en las extremidades inferiores y aneurismas arteriales. También se producen daños en los ácidos nucleicos, lesiones o mutaciones celulares, que derivan en la aparición de determinados tumores.

En este sentido, los antioxidantes ingeridos a través de la dieta serían útiles para la prevención de estas patologías.  Los vinos tintos tienen componentes de la familia de los flavonoides, que son compuestos antioxidantes obtenidos de diversas fuentes naturales, como la cáscara de las uvas negras.

 Además de flavonoides, en el vino tinto existen otros componentes, como el alcohol, que no son beneficiosos para la salud. En cuanto al aporte de nutrientes del vino (vitaminas, minerales, proteínas), no es considerable, y su aporte calórico se puede obtener de otros alimentos más saludables.

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